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HERVÁS EN LOS TIEMPOS DEL COLERA
Trasuntamos en esta entrada la segunda parte del artículo escrito por José A. Santos y Luis Torres en la Revista de Ferias y Fiestas de 1993, cuya primera parte fue transcrita en la entrada anterior:
A comienzos del verano del año 1854 el cólera estaba instalado en los alrededores de Hervás.
Abadía, Granja, Baños y Aldeanueva son algunos de los pueblos que sufrían las terribles consecuencias del mal asiático; a nuestros lares no tardarían mucho en llegar, quizá la tardanza pudo deberse a la situación geográfica un tanto alejada de la "Vía Lata", nudo principal de comunicaciones; aunque no puede ser la única explicación válida ya que, como hemos visto, las tierras hervasenses no eran autosuficientes debiendo importar productos de primera necesidad como el trigo.
El 11 de Agosto conocemos la primera víctima del morbo asiático, Bernardo Peña. De todas formas, a pesar de la gravedad de la enfermedad no alcanzaría aquí las dimensiones que alcanzó en otros pueblos cercanos. En Baños fueron 300 los muertos durante el verano; mientras que en Hervás se dieron 63 defunciones a causa del cólera, y es posible que de no haber concurrido la circunstancia de coincidir con la epidemia con la estación estival, ésta no hubiese hecho acto de presencia en la Villa, pero las deficiencias higiénicas y de salubridad se agravaban con los calores veraniegos que hacían que los gérmenes y virus se desarrollasen en un caldo de cultivo mucho más propicio; a lo que hay que unir la desidia de las autoridades a la hora de tomar medidas de prevención.
"Que siendo una causa permanente de insalubridad según el parecer de los facultativos las aguas estancadas que siempre hay en el sitio pantanos llamado los Mimbrales a la salida de la calle del Robledo, en donde además de lo referido, sucede con frecuencia que por estar oculto entre mimbreras, está convertido en basurero público, donde se arrojan casi todos los animales que se mueren en la población, causando muchas veces una fetidez insufrible y perjudicialísima, se disponga lo conveniente para la desecación de aquel pantano, para la salud pública por las razones expresadas".
(Junta de Sanidad. Actas del año 1854).
En julio del año 55 la Junta de Sanidad advertía que la excesiva ingestión de frutas y verduras que no estaban en sazón, así como el abuso de bebidas y otros alimentos en mal estado; había producido muchos casos de cólicos intestinales desde mayo, lo que les daba motivo para pensar que el cólera podía encontrarse en las puertas, llamando para entrar.
"...que todas las personas conocen que si la sobriedad es favorable en todo tiempo para la conservación de la salud, es de rigurosa necesidad en tiempos de cólera, teniendo por tanto gran cuidado en los alimentos".
(Junta de Sanidad. Actas del año 1855).
La falta de una terapia adecuada, la no imposición de medidas preventivas, la insuficiente higiene y la ingestión de todo tipo de alimentos posibilitaron la entrada del cólera: a los problemas ordinarios que debía tener una población como la hervasense a mediados del siglo XIX, vinieron a unirse otros colaterales producidos por el cólera y la impotencia que se sentía al no poder controlarlo.
Desde principio del siglo se habían sucedido Reales Órdenes que promovían la ubicación de los cementerios alejados de las poblaciones por sus frecuentes focos de insalubridad. Estas órdenes, como otras muchas, eran archivadas sin más, lo que demuestra la desconexión que en muchos aspectos existía respecto al poder central, sobre todo en temas como la salud. En 1833 se hace una nueva distribución del cementerio de la iglesia, determinando de forma precisa los segmentos donde debían ser enterrados los cadáveres según las edades y estados; seguramente pensando en el precio que la iglesia recibiría por los enterramientos.
"Se ha destinado el llano de la subida a la torre desde el arco de ésta hasta el cubo de la sacristía nueva para sepultar a los señores sacerdotes; seglares y regulares; desde la subida del arco referido hacia la sacristía vieja y taller hasta la esquina del oratorio a la parte del sitio del Mediano para párvulos, y el resto del campo santo hacia poniente y mediodía para adultos (...), según las divisiones que se previenen en la siguiente orden (...), en fe de ello lo firmo. Fray Antonio Parralejo".
(Libro de Defunciones, año 1833).
Esta división estuvo vigente hasta 1855; cuando el peligro era inminente es únicamente cuando las autoridades, tanto civiles como eclesiásticas, hacen caso de las recomendaciones del gobierno y de la Junta de Sanidad. El último enterramiento que se realizó en el cementerio viejo fue el de Miguel Ciprián, muerto de tifus a los 67 años. Los entierros que se sucedieron desde entonces se llevarán a cabo en el cementerio del sitio del "Ornito".
"Bernardo Peña, marido de Manuela Herrero, encontrado hecho cadáver en la heredad del Orillar (el 11 de Agosto de 1855), reconocido que fue por los facultativos dijeron que su muerte había sido (por las señales y postura en que se encontraba) del cólera morbo asiático fulminante, murió a la edad de 46 años; no testó, fue enterrado de misericordia".
Tenemos el primer entierro en el nuevo cementerio, así como el primer caso de cólera reconocido en Hervás. A partir de éste hasta finales de septiembre serán 63 los casos reconocidos, pudiendo haber pasado otros óbitos como consecuencia de otras enfermedades infecto-intestinales. Hay que decir que por la calidad de los entierros, en su mayoría ordinarios y de misericordia, la enfermedad afectó en gran medida a las clases más necesitadas, las que presentaban unas características más propicias de cara a la recepción del mal. Las clases acomodadas, mejor alimentadas y con posibilidades de huir fuera de la localidad tenían su sistema inmunológico mejor preparado que los jornaleros y pequeños campesinos, mal alimentados y viviendo en unas condiciones de salubridad nada adecuadas para luchar contra una enfermedad para la que son propicios la miseria y la falta de medidas higiénicas.
MEDIDAS HIGIÉNICAS Y TERAPEÚTICAS
Las medidas que se tomaron para luchar contra el cólera morbo asiático fueron muchas y variadas. Las más efectivas fueron las higiénicas; las terapéuticas, dado el desconocimiento que se tenía de la enfermedad, pueden resultar curiosas y, en muchos casos, verdaderamente anecdóticas.
La Junta de Sanidad redactará sucesivas circulares indicando fórmulas higiénicas para tratar de erradicar el mal por la vía de la salubridad.
"Se prohíbe absolutamente verter en las calles toda clase de aguas sucias durante el día, pues sólo podrán hacerse desde las diez de la noche hasta las cinco de la mañana.
El suelo del matadero público se lavará con agua clara y abundante por las personas dedicadas a venta de carnes después de desollar las reses.
En lo sucesivo, cada ocho días se sacará todo el vicio que se recoja y tengan depositado los vecinos en los patios o habitaciones interiores de las casas.
Todas las personas, tanto vecinas como forasteras, que traigan a vender carnes muertas o pescados frescos o salados, antes de proceder a las ventas se presentarán al señor alcalde para obtener el permiso necesario.
(...) todos los vecinos de esta villa tendrán barridas todas las derecheras de sus casas a las ocho de la mañana, rociándolas después abundantemente".
(Junta de Sanidad. Actas del Año 1855)
Las medidas de higiene no eran del todo desacertadas, pero debían de haber ido acompañadas de otras complementarias, como ubicación de vertederos, servicio de limpieza, vigilancia en el cumplimiento, etc.
ESTADÍSTICAS DE LAS DEFUNCIONES
Las vidas que se cobró el cólera en la villa fueron 63, de las cuales el 66,6% fueron mujeres y el 33,4% hombres, 42 y 21 casos respectivamente. La proporción es mayor entre las mujeres porque eran ellas las que con frecuencia asistían a los enfermos y, por tanto, estaban más próximas a la enfermedad y con más posibilidades de ser infectadas.
En cuanto a los grupos de edad, comprobamos que los más afectados fueron los niños (38%) y los adultos (34,9%), debido seguramente a que los primeros no habían desarrollado aún unos recursos inmunológicos lo suficientemente fuertes para luchar contra el mal. Los segundos porque éste habría devenido en debilitamiento. El grupo de ancianos es menor porque las expectativas de vida en condiciones normales eran la mitad de hoy día, por lo tanto habría pocos ancianos para poder ser infectados.
Se puede afirmar que uno de cada veinte habitantes falleció del cólera, la letalidad era del 27%, por lo que el número total de enfermos alcanzaría la cifra de doscientos treinta y tres. Respecto al número total de defunciones del año 1855 supone un 31,6%, lo que da una imagen precisa de la importancia de la enfermedad.
José A. Santos Pérez
Luis Torres Rubio
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