HERVÁS: LA MEMORIA DE LAS ALJAMAS
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Uno no recuerda cuando llegó a sus manos un libro titulado como la entrada: La Memoria de las Aljamas. Paseo por las juderías españolas, escrito por P. Alonso y A. Gil y publicado por ediciones El Viso en 1994. En este libro se hace un recorrido por ocho juderías españolas "cuyas aljamas vivieron momentos de esplendor cultural y social y en las que todavía queda algún recuerdo de su paso¨, y, entre ellas, se dedica una apartado a la judería de Hervás. Como, entendemos, debe ser un libro ya descatalogado y de difícil acceso, pretendemos en esta entrada trasuntar la información contenida sobre la judería de Hervás para su conocimiento por parte de la población actual y de quien pudiera estar interesado.
Las aljamas, según la cuarta acepción del Diccionario de la Real Academia Española (RAE) es el "barrio donde vivía la comunidad judía". (Otras acepciones del concepto aljama le atribuyen unas connotaciones de organización político-administrativas algo más complejas: Aljama -que en árabe ŷāma'aʻ significa ‘ayuntamiento’ o ‘reunión de gente’- eran las entidades autónomas (en hebreo cahal) en las que se agrupaban las comunidades judías durante le Edad Media en la Península Ibérica y que regían la vida de sus miembros, vigilando que sus costumbres y su moral se ajustaran a lo establecido por la religión judía -definición de Wikipedia-).
Nacía así el mito de Sefarad y sus protagonistas empiezan a desplazarse hacia el interior, apareciendo como primitivos pobladores de diversas ciudades: Córdoba, Sevilla, Gerona, Toledo...[...]". (pag. 9).
"La llegada de los Reyes Católicos supuso, contrariamente a lo que se cree, una nueva etapa de prosperidad. Los monarcas tuvieron en su corte a numerosos judíos en cargos de gran importancia. Pero poco a poco la presión de la Iglesia se va imponiendo y las aspiraciones a un Estado con una religión única culminaron con la expulsión de los judíos en 1492 [...]". (pag. 14-15).
HERVÁS (pag. 90-97).
Junto a un hermoso bosque de castaños y cerca de la ciudad cacereña de Plasencia, Hervás representa un enclave insólito del judaísmo en la Extremadura rural.
Apenas hay datos que permitan hablar de su pasado. Las fuentes documentales han sido poco estudiadas hasta la fecha y la popularidad que ha ido adquiriendo su judería, más que a la historia, responde a la fisonomía peculiar de este barrio que se ha mantenido aislado del resto de la población.
Se sabe que durante el siglo IX formó parte del emirato de Córdoba y que en el año 1186 fue reconquistada por Alfonso VIII, integrándose en la comarca conocida como Tras la Sierra.
Imagen del libro: La memoria de las aljamas
Los judíos debieron llegar aquí en el siglo XI pero su comunidad aumentó más tarde, a raíz de las emigraciones desencadenadas desde Al-Andalus. La igualdad de trato jurídico y fiscal con los cristianos, establecida para atraer a estos nuevos pobladores a las zonas devastadas por las guerras, jugó a favor del asentamiento judío en la comarca. La cercanía de Portugal también fue un factor decisivo, ya que permitía una salida fácil en época de persecuciones.
A su paso por Hervás, los hebreos fueron levantando sus casas en la empinada ladera que desciende desde el pueblo hasta el río Ambroz, y que pasaría a ser conocido como barrio bajo o del Rabilero.
La Cuestecilla: Una cierta sensación de encantamiento y melancolía acompaña al transitar desde la población de Hervás hasta su barrio judío. Cuando el viajero se acerca a la Plaza, ese pequeño espacio abierto que anuncia el comienzo casi imperceptible de la aljama, resulta difícil rememorar en él uno de los principales centros de intercambio comercial de las comunidades cristiana y hebrea.
Desde aquí la calle de la Cuestecilla parece conducir a un lugar deshabitado y, sin embargo, hubo una época en la Edad Media en que la comunidad hebrea ocupaba sus calles con pequeños comercios y llenaba el aire con el sonido de los talleres artesanos.
Imagen del libro: La memoria de las aljamas
Hasta el siglo XIII la judería vivió una etapa de tolerancia religiosa y administrativa que permitió su desarrollo independiente. La aljama dependía directamente del gobierno central a través de sus propias autoridades y no formaba parte del municipio.
Además, la idea de grupo social diferenciado que acompañó siempre a los hebreos, apoyada en los vínculos familiares y religiosos, ayudó a configurar este barrio de entramado arquitectónico muy similar a los musulmanes.
Al descender por la Cuestecilla se entra en el vericueto de las casas, con paredes de adobe y estructura de madera de castaño visible en los muros, en los que destacan los balcones saledizos. Esta arquitectura, que se remonta al siglo XIV, va formando manzanas irregulares que tenían como finalidad cortar los vientos helados que llegan del vecino monte del Pinajarro, y favorecer la sombra durante el verano.
Imagen del libro: La memoria de las aljamas
De camino se llega a la única plaza que hay en el barrio. En ella, la existencia de una pared redonda ha sido interpretada por un cronista local, no sin cierta fantasía, como el lugar del muro de las lamentaciones, donde la población hebrea hacía sus promesas y pedía perdón por sus errores.
Imagen del libro: La memoria de las aljamas
El paseo continúa entre fachadas adornadas de geranios, callejones empinados y recodos, como el que rememora la presencia de la antigua sinagoga, en la calle del mismo nombre.
La vida económica de esta aljama tampoco fue ajena a la usura, e incluso se mencionan nombres de prestamistas, como Rabí Samuel, los hermanos Cohen o Bellida la Rica, que llegaron a tener tratos con la nobleza.
Pero en su relación con los bienes materiales, y dada la larga tradición de éxodo que les acompañaba, procuraron siempre obtener riquezas fáciles de transportar, como dinero y joyas. Por la misma razón arrendaban las tierras y huertas a los cristianos, en lugar de comprarlas. Esto fue estableciendo unas relaciones de mutua dependencia y de cierta desconfianza, aunque no consta que se desatara la violencia entre las dos comunidades.
La aljama no vivió aquí las persecuciones de 1391. Por el contrario, se produjo una gran afluencia de hebreos que venían huyendo de las matanzas desencadenadas en otras ciudades.
Imagen del libro: La memoria de las aljamas
La fuente Chiquita: Más tarde el cerco al judaísmo llegaría también a esta población perdida en la sierra y nacieron cuentos como los que describe el romance de Julián, hijo de un noble cristiano, y la hija del rabino, conocida como Maruxa.
La leyenda cuenta que cruzaba Julián a caballo la judería cuando una mañana descubrió a Maruxa y de inmediato se enamoró de ella. Desde entonces empezó a atravesar a pie el barrio para hacerse el encontradizo, hasta que consiguió reclamar la atención de la judía y comenzaron a verse por las noches en la llamada fuente Chiquita, junto al río.
No duró mucho el secreto, los judíos descubrieron los amores de Maruxa y Julián y el rabino, indignado, decidió que había que acabar con la vida del enamorado.
La noche anterior al Sabbath bajaba una espesa niebla del Pinajarro y el joven cambió de camino, de manera que fue descubierto cuando ya estaba en la fuente con la hija del rabino. Maruxa se dio cuenta de la celada y protegió con su cuerpo a Julián. Los dos fueron apuñalados mil veces y murieron abrazados entre las sombras de la noche.
Algunas versiones añaden que Julián recibió sepultura cristiana y que, Maruxa, a quien su padre negó el derecho a ser enterrada con sus antepasados, yace en la orilla del Ambroz. Dicen que algunas noches recorre el río, helando con sus lamentos el alma de quienes la escuchan.
Otros, posiblemente más tentados por lo piadoso, aseguran que, tras el crimen, el cura bajó a la judería y después de acusar a sus pobladores de asesinos y deicidas, conmovió tanto a los judíos que provocó una conversión masiva al cristianismo.
Imagen del libro: La memoria de las aljamas
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La venganza:
La población conserva famosos apellidos judíos, muy comunes en nuestro país, como el de Chamorro, que llegó a ser rabino de los hebreos españoles.
En la época de mayor endurecimiento de las persecuciones, Chamorro escribió una carta a Ussuf, rabino de Constantinopla, para describirle la apurada situación y pedirle consejo. Entre las soluciones apuntadas por Ussuf en su respuesta están estas recomendaciones: "A lo que decís que os mandan quitar vuestra hacienda, haced a vuestros hijos mercaderes, para que les quiten las suyas. Y a lo que decís que os quitan la vida, haced a vuestros hijos médicos o apotecarios, para que les quiten las suyas".
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Durante el siglo XV la población debió vivir ya situaciones de tensión y poco después de la expulsión, en el número uno de la calle Centiñera, antes llamada cantón del Centinela, un vigía montaba guardia para controlar el paso de los hebreos a la zona cristiana. Esta interpretación popular se apoya también en la existencia de la calle Vedelejos, cercana a la anterior y desde la cual los cristianos podían observar los movimientos de la aljama.
El decreto de los Reyes Católicos forzó, como en el resto de las juderías, la elección entre la salida del país o el bautismo cristiano. Los viejos cronistas cuentan que sesenta y siete familias abandonaron sus casas en dirección a Portugal y que más tarde partirían hacia el norte de África y hacia Venecia. El barrio quedó medio vacío y empezó a ser habitado por algunos cristianos pobres que habían podido adquirir las casas a bajo precio.
Los conversos mantuvieron, a menudo, sus viejos ritos dando lugar a historias que guardan sorprendentes coincidencias con otras acaecidas en lugares muy lejanos.
En noviembre de 1519 los duques de Béjar y el obispo de Plasencia iniciaron un proceso contra Juan Xastre por haber robado el Sagrario con las formas consagradas de la iglesia de Santa María de Aldeanueva del Camino.
El robo sacrílego se produjo en la noche del Viernes Santo y según el sumario abierto contra Juan Xastre: "A la hora de comer se lo entregó a dos cristianos nuevos e le començaron a dar tormento e metyeron la hostia en una caldera de agua cocyendo y desque no se quyso desbaratar la quebraron y llevaron cada uno de ellos su pedaço e la metyeron so los pyes dentro de los çapatos y con los corporales se alimpiaron salvo reverencia el culo según parecyo por sus propios dichos de la sentencya".
Mientras esto sucedía el sacristán descubrió cómo sudaba la imagen de Jesús en la iglesia de Santa María y convocó a gritos a la gente para que pudiera presenciar el milagro.
La Casa del Miedo: Los conversos inculpados en aquel proceso fueron ejecutados en la vecina ciudad de Plasencia. Pero antes pasaron sus últimas noches en una cárcel que el Santo Oficio tenía en Hervás, en la calle Gabriel y Galán.
Entre los números 2 y 8 de esta calle, los trinitarios del convento de la Bienparada tenían un caserón que más tarde pasaría a conocerse como "la casa del miedo", por razones en las que se mezclan, en la misma medida, la superstición y la picaresca.
Decía el vecindario que en esta casa, desde que anochecía hasta el amanecer, se escuchaban ruidos extraños, chirridos de máquinas, gemidos y gritos espeluznantes, hasta el punto de que, según cuentan, la gente que vivía cerca daba grandes rodeos para evitar el paso junto a su puerta.
El temor popular había creado toda una fantasía en aquel lugar que alguna vez vivió la presencia de la Inquisición. Pero el origen de los ruidos era muy sencillo.
Cuando los trinitarios se fueron del caserón, un contrabandista lo arrendó con objeto de que sirviera como un almacén de mercancías. Para evitar las investigaciones aduaneras y alejar a la población recurrió al miedo. Ciertos días a la semana, al anochecer y sobre todo los sábados, en recuerdo al Sabbath, producía aquellos extraños ruidos y lamentos que sólo servían para alejar a los curiosos pero que, como muchas otras leyendas, han alimentado hasta hoy esa aureola maldita que acompaña la presencia judía en nuestro país.
Imagen del libro: La memoria de las aljamas
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Paisajes
Pese a su carácter apartado, Hervás reúne un anecdotario curioso que lleva al pasado por distintos caminos. Desde el viejo refrán, no se sabe si bien o mal intencionado, de: "En Hervás, judíos los más" hasta la creencia, aún vigente entre las mujeres ancianas, de que los rabinos tenían rabo, la memoria de este pueblo tiene algo de mágico, tal vez porque se dice que creció junto a una fortaleza templaria. Su paisaje, en cambio, es muy real. Situado en la que los romanos llamaron Ruta de la Plata fue también apreciado por Alfonso XI en su libro de Montería, que la describe como "buena tierra de osos".
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Imagen del libro: La memoria de las aljamas
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Hasta aquí el texto del libro La memoria de las aljamas.
Como se puede apreciar a lo largo del texto, se recogen en él afirmaciones sobre la presencia judía en Hervás (fechas, número, calles habitadas, costumbres, etc. -algunas erróneamente recogidas-.) que formaron parte de la tradición oral-escrita que se fue formando en torno al barrio judío de Hervás desde el siglo XIX hasta casi finales del siglo XX y que hoy han sido revisadas críticamente por los serios estudios de Marciano de Hervás.
Para quien pueda estar interesado en actualizar los contenidos sobre la presencia judía en Hervás, más allá de los muchos artículos aparecidos durante largo tiempo en la Revista de Ferias y Fiestas de Hervás y de algunos libros como el que hemos trasuntado aquí, dejamos enlaces a algunos artículos sobre el tema del mismo Marciano de Hervás que son accesibles y descargables desde internet:
- Revista de Dialectología y Tradiciones Populares. Madrid:
- CHDE Trujillo-Asociación Cultural Coloquios Históricos de Extremadura:
- Revista de Estudios Extremeños. Diputación de Badajoz:
- Y también dejamos en enlace del amplio folleto Caminos de Sefarad-Red de Juderías de España dedicado a Hervás:
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